CUIDAR EL CAMINO.
Se trata de una ruta tan sumamente transitada que resulta imprescindible la colaboración de todos y cada uno de los usuarios para mantenerla en el mejor estado posible. No solo porque la experiencia jacobea individual pueda verse afectada por un itinerario sucio, descuidado o maltratado sino porque el medioambiente necesita más que nunca del esfuerzo colectivo para sobrevivir. Y para hacerlo, además, en su máximo esplendor.
Uno de los aspectos más llamativos del Camino es, precisamente, el despliegue de belleza natural que ofrece, un elixir visual y sensorial que no puede perderse por negligencia o, incluso, por desconocimiento. Esto significa que, antes de dar el primer paso, conviene estar muy informado de cada uno de los gestos, a veces aparentemente nimios, que pueden ayudar a conservar la riqueza paisajística de este recorrido tan especial. Y se empieza por no dejar basura.
Por fortuna la mayoría de los peregrinos sabe actuar con responsabilidad y se ocupa de los desechos que van generando a lo largo de las distintas etapas. Sin embargo, también hay que evitar la tentación de dejar una señal (marcas en los árboles) o de llevarse algún recordatorio ya que, sin quererlo, pueden alterar el entorno natural. Igualmente es aconsejable optar por el uso de botellas de agua reutilizables y emplear, en la medida de lo posible, vajillas biodegradables cuando se realizan paradas para comer en parques o parkings. En realidad, todo lo que sea evitar los productos plásticos puede ser de lo más beneficioso para el medioambiente.
Tampoco hay que olvidar el reciclaje como medio para proteger el patrimonio natural del Camino. No cuesta nada desechar cada objeto en el lugar que le corresponde. Ya se trate de un zumo, un pañuelo o una cáscara de fruta, a lo largo del Camino se encuentran contenedores específicos en los que separar los diferentes residuos. Y, en caso de no detectar ninguno, siempre se puede llevar una bolsa donde almacenar los restos hasta poder deshacerse de ellos de manera oportuna.
En definitiva, un peregrinaje que logre demostrar el máximo respeto por esa misma naturaleza a la que acude para desconectar de la rutina y envolverse con su magnificencia, será, sin lugar a dudas, más intenso, más digno y más solidario. Y es que no hay que olvidar en ningún momento que el capital natural es uno de los pilares más representativos del Camino y un auténtico referente del turismo sostenible. Y su futuro depende de todos.
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