PEQUEÑOS SUPLICIOS.

El Camino puede convertirse en una gran aventura personal pero no está exenta de pequeños calvarios. Y es que recorrer tantos kilómetros y de forma continuada acaba pasando factura. Una de las más comunes es la aparición de ampollas, algo pòr lo que la mayoría de peregrin@s debe pasar. La buena noticia es que, al menos en parte, se pueden prevenir…

Para empezar una adecuada elección de calzado resulta crucial. Las zapatillas deben quedar a medida sin causar incomodidad y nunca deben ser estrenadas para la ocasión. Lo conveniente es utilizaras con  tres semanas de antelación para que vayan cogiendo forma y adaptándose al pie. En cuanto a los calcetines, cuya función es la de proteger, deben ser transpirables, ajustados, y  sin costuras que puedan causar marcas para reducir al máximo la posibilidad de cualquier roce.

Si a pesar de las medidas preventivas las ampollas hacen acto de aparición, es conveniente contar con apósitos especiales (siempre que no se haya formado una burbuja) para procurar alivio inmediato y poder continuar el recorrido. Una vez finalizada la etapa y con calma, se puede poner a remojo los pies en agua tibia y sal, que gracias a sus propiedades desinfectantes ayudarán a evitar que la herida sufra alguna infección.

En caso de necesidad de drenar el líquido formado en la ampolla, se aconseja, en primer lugar, desinfectar la zona con yodo o alcohol yodado. Posteriormente  y, con las manos bien limpias, se utiliza una aguja desinfectada y se pincha la burbuja presionando ligeramente para expulsar todo el líquido. Terminado el proceso, y sin retirar la piel, se limpia con desinfectante y se cubre con una gasa (o al aire libre si se puede) y se deja que cicatrice.

En definitiva, no se trata sino de episodios que brindan realismo a una experiencia cargada de contenido y que no deben convertirse en obstáculo para continuar el camino. Un pequeño precio para un gran peregrinaje!