SERÁS DIFERENTE.

Si te asustan los cambios y desconfías de las sorpresas, no deberías embarcarte en la gran aventura del Camino. Y es que esta es una de las experiencias más enriquecedoras y transformadoras que ponen en tela de juicio las propias prioridades y la forma de ver el mundo.

Se trata de un viaje en el que nunca estarás sol@ ya que, lo más común, es compartir parte de la ruta con otr@s peregrin@s. Harás amig@s nuevos y para toda la vida, aprenderás o practicarás idiomas, descubrirás parajes inolvidables que parecen expulsados del mismísimo paraíso y enfrentarás  límites que pensabas que nunca podrías superar. Y lo harás.

El camino engancha a pesar del dolor y del cansancio. Enamora y crea una adicción que es difícil de olvidar. Comenzarás a sufrir lo que el autor francés Stendhal denominó el síndrome de Florencia al quedar profundamente maravillado por la belleza de esta ciudad. En este caso, por el esplendor de los paisajes y experiencias de la ruta jacobea.

También te roba las palabras. Probablemente, una vez concluida la experiencia, te sentirás incapaz de describir qué es lo que más te ha impactado o qué te ha emocionado en mayor medida. Resultará muy complicado explicar con detalle todos los aspectos de solidaridad, compañerismo, fraternidad, hospitalidad y  superación personal que has vivido. Y sentirás cierta frustración por no poder transmitir la verdad de tus recuerdos.

Y, sobre todo, por todo ello verás las cosas de otra manera. Tu mundo será ya diferente: darás prioridad a cosas que antes te pasaban inadvertidas; te sorprenderás prestando atención a detalles y gestos que no tenían importancia y puede que te preocupes menos por lo que antes te quitaba el sueño. No serás más la misma persona.

Ahora que lo sabes, tú sabrás si te atreves.

¡Buen Camino!