UN LOBO PROTECTOR.

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El Camino de Santiago está plagado no solo de una riqueza cultural y paisajística extraordinaria y de increíbles oportunidades de enriquecimiento personal sino también de leyendas. De narraciones fantásticas que se trasmiten de generación en generación manteniendo de forma imperecedera misterios jamás desvelados. Pero muy presentes.

Así, en las diferentes rutas jacobeas es fácil toparse con fábulas enigmáticas que despiertan tanto interés como debates sobre la proporción de realidad que pesa sobre ellas. De entre todas destaca la historia del lobo que protege a los peregrinos durante su peregrinaje. Un animal asociado, en términos espirituales, a conceptos la  inteligencia, libertad, astucia, lealtad, comunicación, compasión, intuición, amistad, conciencia, poder, confianza, energía, espiritualidad y unión. Y, en el Camino de Santiago, queda también ligado a la protección.

El origen de este relato se encuentra en la Península Ibérica cuando conformaba el territorio preferido de los lobos. Fue entonces cuando un peregrino decidió viajar solo desde Lapurdi, localidad del país vasco, y cruzar el norte del país por los Pirineos , cerca de Roncesvalles. Eran tierras que provocaban un profundo temor debido a la gran cantidad de bandidos que las ocupaban. Una noche, cuando comenzaba a oscurecer, el joven romero decidió parar para buscar un lugar donde resguardarse. Sus pasos le dirigieron a un refugio en el que entabló amistad con otro amable peregrino quien se ofreció a acompañarle durante el viaje.

Tras el merecido descanso, ambos se pusieron en marcha y emprendieron su ruta. Conforme se adentraban en el bosque, el compañero de caminata abandonó toda cordialidad y atacó al joven hiriendolo gravemente. Una vez despojado de sus pertenencias, quedó abandonado a su suerte en medio de un paraje inhóspito y solitario.

El dolor y la profundidad de las lesiones lo condujeron a un estado de semiinconsciencia en la que imaginó el fin de su vida. Así, entre imágenes desoladoras,  las horas pasaron y la luna comenzó a hacer acto de presencia. Y, con ella, una manada de lobos hambrientos que no quitaban ojo su cuerpo entumecido y malherido. Al no poder articular movimiento alguno, se le ocurrió dedicar unas últimas oraciones al Apóstol a la espera de algún tipo de ayuda.

Entonces ocurrió el milagro. Sintió ruidos a su alrededor y logró discernir cómo uno de los lobos ahuyentaba al resto su grupo para ofrecer al joven  un espacio seguro y sereno en el que exhalar su último aliento. Y de este modo alcanzó la paz eterna. Por su parte, el ladrón que le había herido de muerte, encontró su merecido poco tiempo después en las fauces de esa misma manada. Y es que, gracias a sus ronquidos una noche cualquiera, los lobos lograron encontrarle para hincarle sus afilados colmillos como acto de venganza por su atroz acción.

Y un día cada 100 años el alma del apóstol Santiago toma el cuerpo de un lobo para alejar con sus aullidos y los de su manada, a los delincuentes que buscan hacerse con las riquezas de inocentes peregrinos.


¿Sientes que te observan? ?

Fuente: hostelocastelo

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