ALBERGUES.
A la hora de preparar el Camino de Santiago, conviene tener en cuenta, entre otros muchos aspectos, el tipo de alojamiento al que se va a recurrir. Y es que no hay duda de que un buen descanso resulta imprescindible para poder afrontar la siguiente etapa.
Hay albergues tanto de carácter público como privado destinados a la acogida de peregrinos que recorren las rutas jacobeas y cuentan con unas normas y particularidades de funcionamiento que es necesario conocer con antelación. Por ejemplo, solo está permitido pasar una sola noche para que los peregrinos que vienen detrás también tengan su oportunidad (en caso de enfermedad, evidentemente, se hacen excepciones).
La idea del albergue es una pieza clave ya que brinda la posibilidad de reponer fuerzas, tomar una ducha o recargar pilas con un buen desayuno a precio popular. Pero son, por lo general, de uso exclusivo para los peregrinos que viajan a pie, bicicleta o caballo por lo que exigen la presentación de la credencial debidamente cumplimentada.
Existen principalmente dos tipos: los de gestión pública y los de gestión privada. Los primeros son atendidos por hospitaleros voluntarios, ofrecen servicios mínimos (que varían de unos a otros) y aunque son sin ánimo de lucro sobreviven a base de donativos que permiten sufragar los gastos básicos. No admiten reservas, la asignación de camas se realiza según orden de llegada y otorgan prioridad a los que caminan frente a los que van en bici o a caballo. Los privados, por su parte, ofrecen una carta de servicios más amplia, admiten reserva de plazas y aplican tarifas que suelen oscilar entre 10€/12€.
En todos ellos, sin embargo, prima la actitud de respeto y solidaridad. Es decir, atención a los horarios, conservación y cuidado de las instalaciones y máxima discreción para evitar molestar al resto de peregrinos. Y, por supuesto, la amabilidad y gratitud se hacen fuertemente presentes en todos los albergues dando lugar a ambientes de lo más agradables.
Fuente: ViveCamino
