MALOS HÁBITOS.

Pueden parecer gestos inocentes que solo pretenden dejar huella para recordar una experiencia extraordinaria. Pero algunos peregrinos olvidan que este tipo de recordatorios influyen negativamente en la conservación del paisaje del Camino y, en algunos casos, implican un elevado riesgo medioambiental.

Una de las prácticas cada vez más comunes es la de colgar de carteles, monumentos, esculturas y señales informativas objetos fetiches como llaves, conchas, pulseras, fotografías etc. Esta forma de alzar pequeños «altares» improvisados, sin embargo, resta visibilidad a los elementos culturales y de señalización.  

Los montículos de piedra que una vez gozaban de cierto sentido (indicaban que la ruta ya había sido pisada o que era un punto desde el que avistar la Catedral) también  se han convertido en decoraciones espontáneas que entierran bajo su peso no solo mojones sino flechas y vieiras amarillas a lo largo del recorrido.

Se suman las cruces o los candados que se colocan en rejas o alambradas, los mensajes con pintadas y grafitis en los mojones e incluso los pequeños hurtos de señales que pasan a formar parte del repertorio de souvenirs para llevarse a casa. Hay quienes van más allá con la quema de ropa y calzado en el Cabo Fisterra, algo que además ensuciar un paraje único por su simbolismo y riqueza cultural resulta altamente peligroso. Son de hecho numerosos los fuegos que han sido causados por este tipo de rituales…

Si bien todas ellas son acciones realizadas sin mala intención, sus consecuencias pueden llegar a ser nefastas. El Camino constituye una experiencia cargada de significado pero no por ello debe resultar perjudicial para nadie. Tal y como denuncia La Voz de Galicia, se puede disfrutar del Camino con sentido común y prudencia. Al fin y al cabo el recuerdo quedará por siempre en la memoria.

Una recomendación de HOSTAL GAU TXORI.

Fuente: La voz de Galicia
Imagen: La Voz de Galicia