EN SOLITARIO.

Lanzarse a la aventura del Camino de Santiago en solitario puede ser de lo más estimulante…y aterrador, según como se mire. Las principales dudas que ponen en jaque esta decisión tienen que ver con la seguridad, el aburrimiento o la soledad. Pero, bien organizado, este viaje puede convertirse en tu mayor hazaña personal.

Conviene recordar que ser presa del hastío y del cansancio soporífero es, al fin y al cabo, una elección propia. Y es que a lo largo del recorrido lo más habitual es cruzarse con otros peregrinos en los que hallar compañía. En este sentido puede decirse que únicamente cuando la necesidad de un tiempo a solas apremie estarás sol@. Por otro lado, y precisamente por tratarse de una ruta muy concurrida, es muy sencillo encontrar ayuda en caso de que surja cualquier tipo imprevisto o contratiempo.

En lo que respecta a la desorientación, cabe mencionar que el Camino está plagado de señales que indican la dirección correcta. Flechas, mojones, paneles informativos, vieiras de bronce…En definitiva, basta con echar un vistazo alrededor e identificar cualquiera de estas pistas para recuperar el rumbo.

No obstante, a pesar de las facilidades que ofrece este itinerario, es  importante tomar ciertas precauciones como elegir siempre una de las rutas más frecuentadas y comunes; comenzar desde una ciudad para facilitar la llegada al inicio y organizar el alojamiento con anticipación para evitar sorpresas de última hora.  Asimismo se recomienda comenzar cada etapa al alba, comer pronto y alcanzar el albergue antes de las 16pm para asegurarse de no caminar por la noche.

Y, por supuesto, ante cualquier duda se aconseja preguntar. Un gesto muy sencillo que puede resultar de gran ayuda. Porque lo que es evidente es que cualquier persona con la que te cruces estará dispuesta a echarte una mano y ofrecerte información de la mayor utilidad posible. Como dice el refrán: preguntando se va a Roma…o, en este caso, a Santiago.

¡Buen camino!