DESCONEXIÓN.

Siempre es un buen momento para recordar algunas de las maravillas que ofrece el Camino de Santiago y liberar a la retina de la rutina visual cargada de asfalto, paisajes cotidianos o lacónicos horizontes. Desconectar se hace incluso más imprescindible hoy en día cuando debemos afrontar una realidad  estresante e imprevisible. Por este motivo, lanzarse a la aventura jacobea y crear un paréntesis más que justificado puede marcar una importante diferencia.

No solo se trata de llegar a Santiago y visitar la tumba del Apóstol. En este caso el viaje consiste más que nunca en el trayecto y en disfrutar cada uno de los pasos que se dan. Más allá de los motivos que den el empujón definitivo, el objetivo es ninguno. Simplemente hay que dejarse llevar, desconectar, entrar en contacto con la naturaleza y descubrir en el silencio todas las palabras ocultas, reprimidas o ignoradas. Y con ellas, los sentimientos.

Para ayudar a cumplir este encomiable fin, el Camino ofrece una serie de propuestas de extraordinaria belleza. Para que abandonarse a la nada y al todo sea incluso más fácil. Son lugares que alejan del estrés y acercan inexorablemente a la magnificencia paisajística para la que, con frecuencia, falta tiempo. Esta transformación interior ocurre de frente a espacios admirables en diferentes rincones de la ruta a Compostela. Todos ellos indescriptibles.

Mencionamos algunos recogidos en el huffington post como la Vía de Rocamadour en Limousin (Francia); el Puente de Saint Etienne, en Francia; la Catedral de San Graciano, en Tours (Francia); el Valle de Arres, cerca de Jaca (Huesca);  la Playa de Oia (Pontevedra); el Cabo Mayor, en Santander,; el Castillo de Cornatel, en el Bierzo (León); el Embalse de Yesa, en Yesa (Navarra);  el Alto del Perdón, en la Sierra del Perdón (Pamplona);  las Inmediaciones de Burguete, en Navarra; el Monte Igueldo, en San Sebastián; el Parque Natural de las Médulas en El Bierzo (León);  el Bosque de Palas de Rei (Lugo); Puente de la Reina (Navarra);  la Playa de las Catedrales, en Ribadeo (Lugo) o Finisterre (A Coruña).

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