RÍOS DEL CAMINO.
El Camino de Santiago posee muchos y variados atractivos no sólo en términos culturales, personales e incluso espirituales y religiosos sino también paisajísticos. La naturaleza que se despliega a lo largo de su recorrido está preñada de una belleza majestuosa que atraviesa montañas, llanuras y ríos. Y algunos de ellos constituyen razones más que de peso para obligar una parada contemplativa.
Cruzan rutas y forman parte del marco característico de este especial peregrinaje. Cautivan con su estampa y completan la experiencia aportando una profunda y sobrecogedora estética natural. No en vano constituyen una de las grandes riquezas del Camino. Por ejemplo, el Nervión, que está considerado como el salto con más altura de la península ibérica, posee una extensión de casi 80 km y se deja ver al atravesar Bilbao. O el río Nalón, un referente de la travesía que consta de 158 km y se observa en sus etapas finales llegando a la zona de Soto del barco. Toda una maravilla.
No se queda atrás el Navia, con un torrente caudaloso y 159 km de recorrido, es objeto de admiración por sus saltos de agua como Salime, Doiras y Arbón. El Miño, por su parte, uno de los más populares de Galicia, posee un atractivo especial ya que, al finalizar, crea una frontera completamente virgen entre España y Portugal. Con el río Duero se desemboca en la ciudad de Oporto, justo en el océano atlántico, y brinda paisajes imponentes a lo largo de todo su recorrido.
Y, por supuesto, queda el Ebro, uno de los ríos con mayor extensión dentro de la península. Pasa por 7 comunidades autónomas, alcanza una longitud de 930 km y desprende una verdadera majestuosidad paisajística ya desde las primeras etapas del Camino Francés, en el paso por Logroño. Por nuestra parte, queremos añadir el río Arga, que si bien no es uno de los grandes referentes, destaca por sus importantes cambios de crecimiento de anchura llegando a pasar de 500 m a 1.500 m en algunos tramos. Lo particular es que son sus aguas las que pasan por el puente medieval de Zubiri, también conocido como puente de la Rabia al que se le atribuían poderes sobrenaturales. Y es que, según la tradición, los animales que pasaban alrededor de su pilar central evitaban la rabia.
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